Dra. Karla Mera S.
La enfermedad cardiovascular sigue siendo la principal causa de morbilidad y mortalidad en la mayor parte del mundo. Está claro que la actividad física y el entrenamiento físico regular, inducen una amplia gama de adaptaciones fisiológicas, tanto directas e indirectas y beneficios pleiotrópicos para la salud humana general y cardiovascular1,
Se ha podido correlacionar “el hacer ejercicio de forma frecuente” con una reducción de la incidencia de infarto de miocardio, y de manera general, con una disminución en la mortalidad relacionada con la enfermedad cardiovascular.
El mecanismo por el cual el ejercicio actúa, radica principalmente en la reducción de varios factores de riesgo (presión arterial elevada, obesidad, hiperlipidemia y resistencia a la insulina) a la vez que proporciona efectos remodeladores positivos sobre el músculo cardíaco.2
Una constelación de evidencia respalda la prescripción habitual de ejercicio para todos los pacientes, y de manera particular, en aquellos con enfermedades cardiovasculares como la enfermedad coronaria y la insuficiencia cardíaca (IC).3 En este contexto, los programas de rehabilitación cardiaca son mundialmente reconocidos -pero infelizmente subutilizados- como una herramienta útil para los pacientes cardiópatas que cumplan con los criterios de ingreso, ya que no solo mejoran la calidad de vida de los mismos, sino también la adherencia al tratamiento y por ende el pronóstico.
Tal es su importancia que el ejercicio físico, puede considerarse como un verdadero ‘medicamento’, o incluso una ‘polipíldora’ dentro del arsenal terapéutico ligado al tratamiento de las enfermedades cardiovasculares; o incluso, como una verdadera ‘vacuna’ altamente eficaz y en extremo recomendada, en la prevención de la patología cardiovascular4.
La evaluación y la intervención que se puedan realizar a través de la actividad física y del ejercicio, deben incorporarse en la práctica de todos los profesionales de la salud, ya que vienen siendo un pilar importante en el manejo de las enfermedades cardiovasculares. Con este propósito, debemos reforzar los esfuerzos a largo plazo a fin de reducir el sedentarismo y mejorar el control de los factores de riesgo cardiovascular.
BIBLIOGRAFÍA
- Fabian Sanchis-Gomar 1,2*, Carl J. Lavie3, Jorge Marı´n 4, Carme Perez-Quilis1, Thijs M.H. Eijsvogels 5, James H. O’Keefe6, Marco V. Perez2, and Steven N. Blair. Exercise effects on cardiovascular disease: from basic aspects to clinical evidence. Cardiovascular Research (2022) 118, 2253–2266.
- Chowdhury MA, Sholl HK, Sharrett MS, Haller ST, Cooper CC, Gupta R, Liu LC. Exercise and cardioprotection: a natural defense against lethal myocardial ischemiareperfusion injury and potential guide to cardiovascular prophylaxis. J Cardiovasc Pharmacol Ther 2019;24:18–30.
- Lavie CJ, Arena R, Swift DL, Johannsen NM, Sui X, Lee DC, Earnest CP, Church TS, O’Keefe JH, Milani RV, Blair SN. El ejercicio y el sistema cardiovascular: ciencia clínica y resultados cardiovasculares. Circ Res 2015;117:207–219.
- Viña J, Sanchís-Gomar F, Martínez-Bello V, Gómez-Cabrera MC. El ejercicio actúa como una droga; Los beneficios farmacológicos del ejercicio. Br J Pharmacol 2012;167:1–12